Una reflexión sobre el tiempo y la educación líquida.
“Si nadie me lo pregunta, yo
lo sé, para entenderlo; pero si quiero explicarlo a quien me lo pregunte, no lo
sé para explicarlo.”
San Agustín.
Si nos preguntan ¿Qué hora es?, la respuesta suele ser tan sencilla como mirar el reloj, pero si cambiamos la pregunta a: ¿Qué es el tiempo?, la respuesta no será tan fácil al momento de exteriorizarla; ahora si nos preguntamos ¿Qué función tiene el tiempo como elemento de construcción del ser humano en los espacios pedagógicos, en una era tecnológica?, la respuesta puede llegar a tener mayor complejidad. Buscamos en este escrito intentar dar respuesta a la pregunta, y es que el tiempo debe inquietarnos aún más desde la labor docente, ya que debemos cumplir con las asignaciones académicas en un tiempo determinado.
El ser humano desde tiempos muy antiguos busca una
explicación al misterio del tiempo, los Mayas por ejemplo, son una de las
civilizaciones que se preguntó sobre ello y la elevo al punto de establecerla
como nuestro padre fundador.
“Y los días se echaron a caminar. Y ellos, los
días, nos hicieron. Y así fuimos nacidos nosotros, los hijos de los días, los
averiguadores, los buscadores de la vida. (El Génesis, según los mayas)” (Galeano 2011, pág. 06)
Galeano, desde este fragmento nos invita a la
reflexión cuando expresa que somos los buscadores de una vida en el tiempo,
destacando que el tiempo permitía a las antiguas culturas conocer sobre las
fechas de cultivos, ceremonias y rituales entre otras actividades, es
indiscutible que el tiempo en nuestras culturas originarias era una base
fundamental de su existencia. La visión del hondureño sobre el tiempo como en
muchas partes de América Latina está ligada al proceso de "conquista" española, que elimino las cosmovisiones de nuestros pueblos, de esta manera se
impuso sobre nuestros antepasados una idea occidentalizada, borrando la
cosmovisión de nuestros pueblos originarios, así lo expresa en su libro Rivas (2000):
“La conquista y la colonización española de
Honduras consistió en un proceso de destrucción violenta de la organización
económico-social de los pueblos indígenas.” ( pág. 60)
A los
hondureños se nos ha impuesto estas formas de pensar el tiempo y muchos
patrones de conducta, si partimos de esta idea de imposición, podemos
comprender que en la actualidad somos presa fácil de las visiones del tiempo
impuestas ahora no del español, sino desde la globalización, y con ello llevar
una vida de consumo mercantilizado y virtualizado en una sociedad liquida que impacta en la labor educativa. El
tiempo en la sociedad contemporánea carece de las connotaciones y se ha convertido en frases triviales,
de ahí la famosa “hora de hondureño”, en la cual se desnuda con un descaro y sin pudor, que el
tiempo carece de importancia ya sea, frente a una reunión, una cita, incluso de una
clase. En el libro Ética para jóvenes se nos invita a que volvamos a esa idea fundamental sobre
el tiempo.
“El tiempo
visto por la ética es la duración de cada una de las acciones positivas o
negativas que hacemos en el transcurso de nuestra existencia, lo mismo de las
cosas buenas que dejamos de hacer” (Becerra 2000,pág.
87)
Es indiscutible que cualquier acción humana tiene implícito la idea de temporalidad y ética. Cuando Martin Heidegger, filósofo alemán plantea la estructura y los elementos de la pregunta ontológica (La pregunta sobre el ser) y establece que el único que la puede contestarla es el humano (“ser-ahí”), esto nos permite recapacitar la idea: “El ser humano es un ser en construcción constante”, y esta construcción se da en un tiempo-espacio, y con ella implícito el elemento pedagógico. Si hacemos un recorrido por la vida humana desde el feto, nosotros ya estamos en un proceso de construcción educativa, por medio de la madre, y cuando nacemos los primeros siete años son necesarios para adquirir habilidades, es desde ese tiempo que pasamos a un sistema educativo formal, seis años de escuela, seis años de educación media, cuatro o cinco años en la educación superior, dos o tres de maestría, eso nos da un aproximado de dieciocho años de educación formal, claro que el resto de nuestra vida pertenece a lo que llamamos educación informal, que no deja de ser menos trascendente.
Por ende, los
estudiantes que tenemos frente a nosotros son agentes fundamentales y nuestra
labor es una acción orientada con sentido como lo plantea Gimeno Sacristán
(1998)
“(…) la aceptación de practica educativa como acción orientada, con sentido,
donde el sujeto tiene un papel fundamental como agente, aunque insertado en la
estructura social”. (Pág. 35)
Un joven de
colegio pasa un aproximado de seis horas en el centro educativo, cada clase
oscila entre cuarenta o cuarenta y cinco minutos, un salón de clases puede
llegar a tener treinta jóvenes (antipedagógico). Somos los profesores los que
nos manifestamos y transformamos el mundo de lo que acontece, este principio lo
tiene muy bien asimilado el sentido los docentes
Es una
postura muy crítica sobre lo que se hace con el tiempo de clase, Ritzer en su
libro La Macdonalización de la sociedad, hace fuertes señalamientos a que los
docentes que invierten el tiempo más en robotizar el cerebro y no liberarlo a
la creación, reflexión y análisis de la sociedad. Muchos de los objetivos de la enseñanza, ya desde un primer momento, se
encaminan a mantener a los alumnos sujetos a sus normas y regulaciones.
Es
indiscutible que la labor docente debe ser liberadora como expresaba Freire y
debemos cumplir ese tipo de enseñanza, el buen funcionamiento del tiempo un
elemento de construcción del ser humano en los espacios pedagógicos y no una
imposición del conocimiento. El docente por otro lado cuenta con un tiempo fuera
de las aulas de clase, que conocemos como actividades extra escolares es una
forma de nombrar a un tiempo que discurre fuera de los centros educativos, pero
que no es ajeno al tiempo y actividades escolares, sino más bien su
continuidad. Es un tiempo que al definirlo como extraescolar puede parecer que
cobra el sentido de no estar intervenido por la institución escolar, como
tiempo de reparación de la estancia en la misma o como añadido que se yuxtapone
a ésta antes de asistir a los centros, los educadores se dedican algún tiempo
para la preparación de sus clases, realizar ejercicios u otros trabajos para el
instituto antes de salir de casa por la mañana.
En Honduras se tiene una
parte de la sociedad que consume mucha tecnología, una sociedad que conoce de todo pero no profundiza en nada (Síntoma de una sociedad liquida), además la era tecnológica requiere de una lupa para tener fuentes confiable. Por otra parte la sociedad es displicente a la
lectura, factor importante en la construcción del ser humano y podemos
considerarlo una forma de adquirir ideas, posturas, perspectivas de forma confiable. Este gusto
por la lectura debe ser fomentada desde varios espacios de relación entre individuos como expresa Sacristán (2005):
“(…) relacionarse con la experiencia de los otros, que en realidad es lo que nos hace verdaderamente humanos. El individuo moderno es el sujeto lector. Somos lo que leemos y según como lo hacemos.” (pág. 90)
El verdadero problema de la poca práctica de la lectura parece situarse más en el terreno de los hábitos que en el de los medios; para fomentar la habituación, las bibliotecas pueden ser un estímulo importante y no un lugar de castigo. Lo más grave es la falta de motivaciones para leer, lo cual no es un problema de medios, sino el síntoma de un déficit cultural y educativo, la existencia de una débil orientación subjetiva hacia la lectura.
Sin duda alguna la construcción del ser humano en los espacios pedagógicos se ha complejizado ya que la educación no se mueve al ritmo de la sociedad y los docentes al ritmo de los estudiantes, es función de nosotros los docente poner estos retos frente a la mesa y buscar opciones que se adecuen a nuestros estudiantes en particular, caeríamos en un error dar una receta única ante tanta diversidad, el reto es grande y el tiempo se nos marcha como agua entre los dedos.
Por: Erick Quintanilla.
Bibliografía
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