“Llora como una mujer lo que no supiste defender
como hombre”.
Sultana Aixa
En la España isabelina (1833-1868) se tenía una visión conservadora de la mujer quien estaba estrictamente relacionada con las funciones del hogar y no se podía concebir fuera de esta, “la mujer tenía un puesto social que el hombre no puede disputarle sin absurdo y sin visible tiranía. La mujer es el alma del hogar” (Mena 2015, 27). En este contexto la iglesia católica catalogaba a las mujeres como los ángeles del hombre. En este periodo se les consideraba como débiles, la baronesa de Wilson se preguntaba “yo perteneciendo a ese sexo llamado débil, podría arrastrar el cansancio de dilatados viajes por caminos” (Mena 2015, 34).
Con la muerte de su esposo, Emilia Serrano conocida como la
baronesa de Wilson buscaba valerse de sí misma, mediante la escritura y sus
viajes buscara revaloriza a la mujer como madre y como parte importante de la
nación republicana, expresaba que la diferencia entre hombre y mujeres no
implica que deban tener relaciones de competencia o jerarquía entre ellos, sino
todo lo contrario. Con el concepto de
complementariedad igualitaria, un ideal en que los hombres y las mujeres son
consideradas importantes en la construcción de la nación, ya que “la mujer
tiene a su cargo la gestación y la educación de los futuros ciudadanos” (Mena 2015,
29).
Mena explica que una de las principales motivaciones del
viaje y del texto en la baronesa de Wilson es que ella misma se consideraba una
“incansable investigadora de las ruinas, pájaros cosmopolitas. Que canta al
descender el vuelo” (Mena 2015, 37). La baronesa buscaba reinventarse como
mujer y española por medio de sus hazañas de viajera pinera, también por medio
de la reivindicación del continente americano y de las mujeres que habitaban en
el continente. Desde la llegada de Colón se dio una feminización del continente.
“En 1492, Cristóbal Colón escribió que la tierra no era redonda, sino que
tenía la forma del pecho de una mujer. Desde 1575 es frecuente representar
pictóricamente a América como una mujer, un fenómeno que se repite en los
siglos siguientes con algunas variaciones” (Mena 2015, 39).
Nos muestra como los viajeros europeos visualizaron
América, como espacios salvajes, y luego como fascinantes por las riquezas a
explotar. La idea de replantarlas como mujeres que servían de metáfora para lo
pasivo, contra lo masculino que buscaba mediante la lógica de la Ilustración
fortalecer esta fantasía de género, convirtiendo en este caso América en un
espacio virgen, en las cuales tenía que llevarse a cabo los intereses del poder
imperial.
Las ideas de la baronesa hacen eco de la respuesta ilustrada criolla ante
los ataques de los ilustrados europeos. Así, juzga que «todas las ruinas de la
época de los Incas acusan grandeza, arte y no vulgares inteligencias»; considera
a la naturaleza americana como «la soberana huella del creador» y «la musa
principal de los escritores americanos»; dedica varios libros a los talentos de
los latinoamericanos y, aunque admite que las metrópolis cometieron «abusos y
tiranías», asegura que «la teocracia dominó a los indios, les dio el gusto y la
idea de la vida social, sacándolos de los montes y formando con ellos aldeas y
pueblos, cambiando su rudeza y barbarie por hábitos más dulces». (Mena 2015,
41).
Esta visión positivista de la Baronesa de Wilson sobre
los americanos y americanas aclara la respuesta de la llamada vanguardia
capitalista. Se trataba de viajeros en su mayoría de ingleses, llegaron al
continente en búsqueda de oportunidades para utilizar las nombradas teorías
ilustradas sobre la degeneración de la naturaleza y sobre la gente de América a
su favor (Mena 2015, 42).
La gran diferencia entre los relatos de los viajeros pertenecientes a la
vanguardia capitalista y Emilia Serrano radica en que ella no construye su
identidad de viajera en contraposición a la de los americanos y americanas. De
hecho, son la empatía y la identificación con las mujeres que describe las que
juegan el papel más importante al momento de autodefinirse. (Mena 2015, 43).
Mediante sus narraciones, la baronesa de Wilson demuestra
que las naciones de América marcan hacia un progreso con los esfuerzos de
hombres y mujeres. Y que serán estos los que conllevarán a la emancipación de
los pueblos latinoamericanos.